Luchar por un sueño (en la empresa y en el deporte)

Una historia real (o casi)

Santo Domingo, República Dominicana. Un niño de seis años queda atrapado bajo los escombros de una pared derrumbada. Su padre, exjugador de baloncesto profesional, lo rescata con sus propias manos. La operación es larga. La herida, profunda. La infección se propaga. Y cuando todo termina, el niño ya no tiene su brazo izquierdo.

Ese niño se llama Hansel Emmanuel Donato Domínguez.

Cualquier otro habría asumido su destino: que el baloncesto no era una opción, que competir en un deporte de contacto, con bote, pase, tiro y coordinación bilateral, era una utopía. Pero Hansel no solo no se rindió.

Siguió entrenando. Aprendió a botar con una sola mano. A pasar sin visión periférica. A ajustar el tiro. A defender como si su cuerpo no tuviera ninguna carencia. A convertir el obstáculo en especialidad.

En 2023 se convirtió en jugador universitario de primer nivel en la NCAA. En 2024, fue invitado a múltiples campus de pre-draft.

Y en 2025, está más cerca que nunca de entrar en la historia como el primer jugador profesional de alto nivel con un solo brazo.

Pero eso no es lo más impactante.

Lo verdaderamente poderoso es que su juego no da pena. Da respeto.

Introducción

En el deporte profesional y en la empresa, el discurso dominante gira en torno al talento, la preparación y las oportunidades. Pero ¿qué ocurre cuando la base parece desigual, cuando un hándicap físico, emocional, económico o social te deja teóricamente fuera del juego?

La historia de Hansel Emmanuel no es solo la de alguien que supera la adversidad. Es la prueba viviente de que el ser humano, cuando encuentra propósito y alternativas, es capaz de reconfigurar las reglas del éxito.

Este artículo explora cómo luchar por un sueño cuando las condiciones no son las ideales cómo adaptar tus recursos para seguir compitiendo, tal y como hace Hansel Emmanuel, y qué dice la ciencia del comportamiento sobre la capacidad de las personas  y organizaciones para avanzar a pesar de los límites.

Hablaremos de esfuerzo, neuroplasticidad, creatividad, sistemas de apoyo y resiliencia estratégica. Porque tener una desventaja no significa estar derrotado. Significa tener que encontrar otra forma de llegar.

No competir como todos, competir como tú

Hansel no intenta jugar como los demás. No copia modelos. Reescribe el suyo.

Juega con una sola mano, sí. Pero lo hace con una lectura del espacio brutal, un equilibrio coreográfico y un dominio técnico adaptado a su realidad. Su juego no es ortodoxo. Pero es eficaz.

Este es un principio esencial para cualquiera que enfrente una limitación: la solución no está en igualar a los demás, sino en descubrir cómo puedes rendir al máximo desde tu configuración única.

En psicología cognitiva, esto se conoce como inteligencia adaptativa (Sternberg, 2005): la capacidad de resolver problemas no desde el ideal teórico, sino desde la realidad que enfrentas. Las personas con alto nivel de inteligencia adaptativa no intentan cambiar las reglas del juego. Cambian su forma de jugar.

En el entorno empresarial, esto es especialmente útil para:

  • Equipos con recursos limitados que consiguen rendimientos extraordinarios.
  • Personas con discapacidades que aportan enfoques distintos a problemas complejos.
  • Startups que, sin medios, superan a gigantes gracias a su agilidad y creatividad.

El éxito no viene solo de lo que tienes, sino de lo que haces con lo que tienes.

El cerebro se compensa

¿Cómo es posible que alguien bote, pase, defienda y tire sin un brazo?

La respuesta está en la extraordinaria capacidad del cerebro humano para reorganizarse.

La neuroplasticidad es la propiedad que permite al sistema nervioso adaptarse estructuralmente a nuevas circunstancias. Estudios como los de Merzenich (2001) demuestran que cuando una parte del cuerpo deja de funcionar, el cerebro reasigna funciones, refuerza conexiones y redirige recursos para mantener la eficacia funcional.

Hansel no solo ha entrenado el cuerpo. Ha moldeado su cerebro. Y esa misma lógica es aplicable a entornos empresariales y organizativos: una empresa puede redirigir funciones, reasignar talentos y construir ventaja competitiva incluso tras una pérdida significativa.

Los equipos que prosperan tras despidos, reestructuraciones o cambios drásticos son, en esencia, organizaciones neuroplásticas. No resisten el cambio. Lo integran.

Hacer algo porque lo amas

Hansel nunca pidió compasión. Su motivación no fue demostrar que podía ser uno más. Fue seguir jugando al baloncesto. Porque lo amaba. Porque era su lenguaje. Su salvación.

Y eso es algo que muchos líderes olvidan. El motor más potente del rendimiento sostenido no es la ambición externa, sino el propósito interno.

Según Deci y Ryan (2000), la motivación intrínseca, es decir hacer algo porque te llena, no porque te premien, es la que genera mayor persistencia, creatividad y satisfacción a largo plazo. Hansel no compite por fama. Compite porque el juego le pertenece.

En la empresa, las personas que luchan por un sueño —aunque el entorno sea difícil— no lo hacen solo por una nómina. Lo hacen porque sienten que hay algo dentro de ellos que necesita salir.

Y eso es lo que las vuelve imparables.

Nadie gana solo

Hansel no habría llegado tan lejos sin sus padres. Sin sus entrenadores. Sin compañeros que confiaron en él. Sin universidades que apostaron por su historia. Sin estructuras que, en vez de excluirlo, le buscaron un lugar.

Porque por muy fuerte que seas, la lucha por un sueño siempre necesita aliados.

En el mundo corporativo, esto implica crear entornos que:

  • No descarten talento por sus limitaciones.
  • Construyan equipos diversos donde cada uno aporta algo único.
  • Recompensen la adaptabilidad más que el perfil ideal.

Las organizaciones que apuestan por la inclusión y el pensamiento lateral no solo hacen justicia. Aumentan su capacidad para innovar. Porque abren espacio a nuevas formas de resolver, de crear, de competir.

Hansel no está en la NCAA solo porque lo merece. Está porque alguien le abrió la puerta. Y ese gesto también es parte del sueño.

Conclusión

Luchar por un sueño no es una metáfora. Es una realidad diaria. Es despertarte sabiendo que hay algo que quieres y que tienes razones para pensar que no puedes lograrlo. Pero seguir, a pesar de todo, con otra estrategia, con menos medios, pero con más corazón.

Hansel Emmanuel es la encarnación de esa lucha. De un cuerpo incompleto con una voluntad intacta. De un talento que aprendió a crecer en su propia dirección. De un jugador que nunca pidió permiso para soñar, solo espacio para intentarlo.

Y su lección no es solo para deportistas. Es para cualquiera que se sienta fuera del guion. Para empresas pequeñas. Para trabajadores con limitaciones. Para líderes que enfrentan contextos desfavorables.

Porque soñar no es imaginar lo perfecto, es encontrar lo posible y hacerlo realidad.

Referencias

Deci, E. L., & Ryan, R. M. (2000). The “what” and “why” of goal pursuits: Human needs and the self-determination of behavior. Psychological Inquiry, 11(4), 227–268.

Dweck, C. S. (2006). Mindset: The New Psychology of Success. Random House.

Merzenich, M. M. (2001). Progress in brain plasticity research. The Journal of Neuroscience, 21(7), 1–5.

Rock, D. (2009). Your Brain at Work. HarperBusiness.

Sternberg, R. J. (2005). The theory of successful intelligence. Interamerican Journal of Psychology, 39(2), 189–202.

Nota del autor

Las imágenes presentadas en este artículo han sido cuidadosamente seleccionadas a partir de partidos en vivo y grabaciones de libre difusión, con el objetivo de enriquecer el contenido y la comprensión del lector sobre los conceptos discutidos.

Este trabajo se realiza exclusivamente con fines de investigación y divulgación educativa, sin buscar ningún beneficio económico.

Se respeta plenamente la ley de derechos de autor, asegurando que el uso de dicho material se ajuste a las normativas de uso justo y contribuya positivamente al ámbito académico y público interesado en el estudio de la psicología en el deporte.

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