Los nómadas de la prehistoria se caracterizaban por su movilidad constante, trasladándose en busca de recursos y condiciones más favorables. Su supervivencia dependía de la capacidad de adaptación al entorno y de la colaboración en grupo. Este estilo de vida, aunque precario, fomentaba habilidades de resiliencia, autonomía y una profunda conexión con el entorno natural.
La Revolución Industrial trajo consigo la estabilidad del empleo en masa. La manufactura y la industria pesada requerían una fuerza laboral fija y disciplinada, lo que derivó en la creación de empleos estables y el desarrollo de la noción del trabajo como una actividad regida por horarios y espacios específicos. Este modelo prevaleció durante gran parte del siglo XX, consolidando la idea del trabajo como un pilar fundamental de la identidad y seguridad económica de las personas.
En el siglo XXI, hemos sido testigos de un giro hacia la flexibilidad y la movilidad, evocando un regreso a las raíces nómadas de nuestra especie, pero con un giro digital.
La globalización ha interconectado las economías del mundo, permitiendo a las empresas acceder a mercados y talentos globales. Esta interconexión ha aumentado la competencia y ha obligado a las empresas a adaptarse rápidamente a los cambios en el mercado. Como resultado, los empleos se han vuelto más volátiles y la idea de un trabajo de por vida ha empezado a desvanecerse.
El surgimiento de la gig economy es una manifestación de este cambio económico. La gig economy se caracteriza por contratos temporales y trabajos freelance en lugar de empleos permanentes.
Según un informe de McKinsey, aproximadamente el 20-30% de la fuerza laboral en Europa y Estados Unidos está involucrada en algún tipo de trabajo independiente2.
Este mismo informe revela que el 58% de los empleados tiene la posibilidad de trabajar de forma remota al menos un día a la semana, y un 35% puede hacerlo todos los días de la semana.
Este cambio hacia la flexibilidad refleja un deseo de equilibrio entre la vida laboral y personal, y una búsqueda de sentido y propósito en el trabajo, más allá de la mera subsistencia económica.
A nivel social, las prioridades y valores de los trabajadores han cambiado significativamente. Las nuevas generaciones, particularmente los millennials y la Generación Z, valoran la flexibilidad, el equilibrio entre la vida laboral y personal, y el propósito en el trabajo más que las generaciones anteriores. Para ellos, el trabajo no es solo un medio para obtener un salario, sino una parte integral de su identidad y realización personal.
El concepto de propósito en el trabajo ha ganado una importancia sin precedentes. Los empleados buscan trabajos que no solo les ofrezcan una remuneración adecuada, sino que también les permitan contribuir a algo más grande que ellos mismos.
Según una encuesta de Deloitte, el 44% de los miembros de la Generación Z y el 35% de los millennials han rechazado trabajos que no se alineaban con sus valores personales3. Este cambio en las expectativas laborales ha obligado a las empresas a reevaluar sus culturas corporativas y propuestas de valor para atraer y retener talento.
La empleabilidad, entendida como la capacidad de conseguir y mantener un empleo, también ha evolucionado. En la actualidad, las competencias digitales y la capacidad de adaptarse rápidamente a los cambios tecnológicos son cruciales.
Según el Foro Económico Mundial, para 2025 se espera que el 50% de los trabajadores necesite volver a capacitarse debido a la automatización y la digitalización1.
Este escenario plantea desafíos significativos. Si bien la flexibilidad y la autonomía son aspectos positivos, también se corre el riesgo de la precarización laboral y la desaparición de la seguridad y beneficios asociados con el empleo tradicional. Además, la brecha digital puede exacerbar las desigualdades existentes, dejando atrás a quienes no tienen acceso a la educación y las herramientas tecnológicas necesarias.
En este nuevo paisaje laboral, surge la figura del nómada digital. Equipados con laptops y conectados a través de internet, estos trabajadores pueden desempeñar sus funciones desde cualquier rincón del mundo. La oficina tradicional ha sido reemplazada por cafeterías, playas y espacios de coworking en ciudades exóticas. Los nómadas digitales buscan más que un simple sueldo; buscan experiencias, aprendizaje continuo y un equilibrio entre la vida laboral y personal.
Según estudios recientes, como el informe de Buffer sobre el estado del trabajo remoto, el 98% de los trabajadores remotos desean seguir trabajando de esta manera al menos parte del tiempo4.
La libertad de elegir dónde y cuándo trabajar se ha convertido en un factor crucial para muchos empleados, y las empresas que entienden y apoyan esta tendencia tienen una ventaja competitiva significativa en la atracción y retención de talento.