Las empresas tóxicas no son el resultado de simples “malas decisiones”, sino de patrones psicológicos y sociológicos que se han arraigado en la cultura organizacional. La neurociencia del comportamiento ha identificado varios factores que convierten un lugar de trabajo en un entorno altamente estresante y disfuncional:
El cerebro humano no está diseñado para funcionar en un estado constante de hipervigilancia y tensión. La exposición prolongada a un ambiente laboral tóxico provoca un incremento en la producción de cortisol, la hormona del estrés. Según un estudio de Sapolsky (2021) sobre estrés y neurociencia, niveles elevados de cortisol afectan negativamente la toma de decisiones, la creatividad y la capacidad de resolver problemas.
En un experimento realizado por Arnsten et al. (2020), se descubrió que empleados sometidos a entornos hostiles muestran una reducción significativa en la actividad del córtex prefrontal, la región del cerebro encargada del pensamiento racional, la planificación y la regulación emocional. En otras palabras, un ambiente tóxico convierte a los empleados en versiones más primitivas y reactivas de sí mismos.
Los líderes tóxicos generan entornos dominados por el miedo, donde los empleados entran en un estado de amenaza permanente. La teoría del cerebro triuno, propuesta por MacLean (1990), explica cómo en estos contextos las personas operan desde el cerebro reptiliano, priorizando la supervivencia y reduciendo su capacidad para innovar o colaborar.
Estudios de Keltner & Anderson (2019) demuestran que las organizaciones con jerarquías rígidas y culturas basadas en la dominación presentan mayores niveles de desconfianza, desmotivación y fuga de talento.
En muchas de las empresas en las que he trabajado como consultor, el problema no es la falta de talento, sino la asfixia psicológica a la que están sometidos los empleados. En estos entornos, las mejores ideas mueren antes de ser expresadas, el miedo a represalias bloquea la creatividad y la empresa se convierte en una máquina de producir agotamiento, en lugar de resultados.